REVISTA YNDICIO 1

Menéndez Pidal proporciona la siguiente expli cación: “c uando el dativo va unido al acusativo del mismo pronombre (deditilli- llum), el castell ano anti guo usa la forma “gelo” (…). Este “ gelo” se propagó por analogía al plural y en vez de deditillis- llum: dio-les-lo, s e dijo, co mo en singular, “diogelo”. El castellan o “gelo” (singular y plural) en e l siglo XV I empieza a dejar su puesto a la forma moderna “se lo”, gene- ralizada g racias a la influencia analógica ejercida po r expresi ones reflexivas como echóselo, atóselo”. Este co nfuso origen de “se” ayuda a explica r las ra zones por las cuales el hablante n o identific a a “se” con “a ellos”, y por ello quiere se ñalar el plural en algún otro lugar, com o es el caso del pronombre personal “l o, los, la, las”: “se lo dije”, “se las di” p or “se la di”. Esta discorda ncia se encu entra con mayor facili dad en Méx ico, y no se halla solo en la prensa o en la lengua habla- da. T ambién en la literatura de muchos escri tores de r enombre como Joaquín F ernández d e Lizardi quien en su obra La Quijot ita y su prima (1818) utiliza una plural ización indebida del pronombre: “Si tuviera usted un hijo pequeñito, ¿se p odría de propósito a espantarlo sabien- do que le había de resultar de esto un mal? - Seguramente no. –Menos permi- tiría usted que los criados de su casa lo espantaran. - Ya se ve que no, ¿cómo se los había de permitir?” (El antecedente de “los”, que debería ser “lo”, es que los criados de su casa lo espantaran). El ejemplo anterior fue uno de los prime- ros casos do cumentados en literatura de me xicanos qu e realizan una pluralización indebi da del prono mbre, corresponde a principios del siglo XIX. Pero es muy probable que el fenó meno que estamos tratando sea más antiguo , en es pecial en la lengua hablada, ya que como bien sa- bemos es difícil tener archivos acerca de su mal uso a través de lengua hablada. Aunque parece obvio que todos los leísmos, laísmos y loísmos par ten de la reorganización de un sistema básico, el llamado “etimológico” debido a que se ajusta en el uso pronominal a la distin- ción fun cional de origen latino de sus formas, entre dativo y acusativo, hoy resulta evidente que el análisis de ese sistema no obedece a las mismas cau- sas en todos los territorios hispano ha- blantes, es decir, es imposible globalizar una respuesta a este mal uso, ya que en cada país puede tener diferentes razo- nes o causas para utilizarlo. En cualquier caso, no es tan notorio cometer un err or con e stos pronombres clíticos en nuestro país debido a que estamos arraigad os a usarlos incorrec- tamente en s u form a pluralizada, los hablan Marian Jiméne z Cruz...8 tes de México estamos demasi ado habituados a su uso por lo cual es casi imperceptible cuando sucede este fe nómeno. El uso del leísmo, muy ext endido y más usado en di ferentes zonas de México, se admi- te como correcto cuando se refiere a una persona. No es, por lo tanto, un fenóme- no especialmente reprobable. Basando nuestro argumento en que no existe ninguna teoría que señale el por- qué los hablantes hacen un uso inco- rrecto de laísmos y loísmos, buscamos demostrar que aquellos hablantes que tienen un conocimiento nuevo acerca de cómo deben usar estos pronombres personales átonos, seguirán cometiendo el error ya que su uso es muy frecuente y el habla nte no puede notarlo de forma auto mática al es tar ta n acostumbrado a su ut ilización. Es difer ent e por ejemplo

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