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La gran duda es si puede ser capaz de “comu- nicar” ese producto con la misma calidad que la clase presencial permite. Mi contacto con los estudiantes consistía en mails donde les recor- daba la tarea y les informaba de lo que yo con- sideraba relevante para ejecutarla con éxito; o bien, a través de las “retro alimentaciones” a sus trabajos; o resolviendo por mail , foro o Messenger sus dudas específicas acerca del libro de texto de las actividades. Es decir, mi contacto con ellos era puramente profesional, técnico, lo cual pudo haber sido un excelente entrenamiento de cara a la futura vida profesional de estos adolescentes, pero fue un pésimo acercamiento si lo que se pretende es inspirarles pasión y vocación por la materia. Hay, además, otro problema añadido, de carácter cultural. En una cultura más pragmática, como la japonesa o la anglosajona, tal vez sea más acep- table,incluso para un adolescente, recibir un trato académico impersonal.Pero la gente en México está entrenada culturalmente para incorporar, en el ámbito profesional y académico, todo un tejido de afectos y conexiones personales sin las cuales la información recibida no es bien apreciada. En el caso de la enseñanza a distancia, es muy difícil salvar la neutralidad de la pantalla y llegar a tener un intercambio emocional con el estudiante. De hecho, es la única materia que he dado en mi vida, donde no recuerdo con cariño a uno solo de mis estudiantes. Baste, como ejemplo, pensar que ninguno de ellos me llegó a conocer, no solo en persona, sino si- quiera por la cámara del Messenger . ¿Cómo lograr, por tanto, que sientan la emoción que supone para mí el estudio de la filosofía?Además, esa distancia técnica supone un handicap para el ejercicio de la autoridad. El salón de clase, entre otras cosas, permite que el profesor pueda conquistar el respeto y el cariño de los estudiantes, condiciones necesarias para ejercer su autoridad. A través del Blackboard “me costó un Dios” y ayuda para que mis retroalimentaciones ydad y la autono- mía del estudiante. CONCLUSIÓN Y DEBATE ABIERTO El curso en línea, como docente, me ayudó a entender la utilidad de basar el aprendizaje en lo que los estudiantes son capaces de hacer y no tanto en lo que el profesor es capaz de co- municarles. Además, el tipo de actividades que centran el curso, como el ABP y el mapa men- tal, suponen un incentivo al desarrollo de una inteligencia más crítica , social y responsable de su propio progreso, lo cual, en última instancia, debería ser la más alta virtud de un curso de filosofía. Como reza la fábula evangélica, más que darles canastas de peces se les enseña a pescar.Y ese enfoque pedagógico, se comunica a través de medios más cercanos a los hábitos de vida de los estudiates. El hecho de producir sus trabajos intelectuales en documentos Word, de enviarlos en archivos adjuntos, de usar las herramientas de edición del Power Point , de realizar exámenes en línea, y de interactuar con profesor y compañeros a través de foros digitales , son actividades que, por ajenas que les resulten todavía a muchos profe- sores, resultan la mar de cómodas y naturales para las nuevas generaciones. Y, por cierto, contribuyen a reforzar en ellos esas habilidades que serán las que regulen la comu- nicación social y profesional del futuro. Es decir, al tiempo que aprenden a filosofar, están también formándose en las destrezas operativas de un mundo tecnológico que ya es una realidad. Desde el punto de vista i nstitucional, además, la enseñanza a distancia tiene ventajas finan- cieras y logísticas innegables. Si bien es cierto que requiere de una fuerte inversión inicial en la adquisición de la p lataforma, y la autoría de los materiales y el diseño del programa, su puesta en marcha aligera parte de los “pasivos” econó- micos de una institución educativa, al no requerir de espacios físicos para la docencia, ni de mate- riales escolares consumibles, como mobiliario de clase, útiles escolares o papelería adicional.

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