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Para colmo, dado que todo queda registrado en el Blackboard, la institución tiene la evidencia y el control de todo el proceso de aprendizaje. Sin embargo, la experiencia del curso, en términos de satisfacció n personal, tanto para los estudiantes como para el profesor, fue muy deficiente. Los estudiantes se quejaban de sentirse abru- mados por una tarea que recibían a secas, sin la pasión motivadora del profesor. Y como profesor, desde luego, fue frustrante ejercer de corrector más que de guía. La sen sación, a un lado y a otro, es la de ser parte pasiva de un engranaje educativo completamente ajeno, como sucedía en la cadena de producción de la película de Charles Chaplin. Si hemos pasado de la noble figura del maestro a la del profesor profesional, el siguiente paso podría ser convertirnos en maquiladores de la enseñanza. El reverso de hacer de un curso una serie de actividades, es hacer sentir a los estudiantes que el conoci miento es eso, una tarea, y no una vocación o una formación. También hay otro problema de carácter cultural. La educa ción mexicana, y el funcionamiento general de la sociedad, suele fomentar una actitud dependiente y jerárquica, típica de las sociedades no democráticas, donde al padre, al profesor, al jefe, al gobierno, se le adjudica la responsabilidad de todo, y el ciudadano asu- me quejoso, pero resignado, su rol obediente. La enseñanza en línea obliga a un cambio de paradigma en el que, la falta de la presencia del profesor y la programación detallada de todas las actividades y criterios de evaluación, hacen que aumente exponencialmente la responsabilidad y la autonomía del estudiante. Sin embargo, la resistencia a este salto es muy grande, especialmente por parte de estu- diantes adolescentes que, a pesar de exigir en sus casas y escuelas más libertad e indepen- dencia, aún no parecen dispuestos a pagar el precio de la responsabilidad. Así, la plataforma de Blackboard , por ejemplo, establecía una hora límite de entrega de trabajos. A pesar de ello, era muy curioso observar cómo el 60 o 70% de los estudiantes apuraban al máximo la entrega del trabajo, provocando que, en los últimos minutos, el sistema se saturara y blo- queara ante la “hora pico” del tráfico de envíos. Además, muchos estudiantes, al ver que no alcanzaban a la entrega puntual, me enviaban inolvidables correos en los que, con el corazón roto, me comentaban la muerte de una abuela, un accidente de moto o una repentina enferme- dad que les había impedido la entrega puntual.

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