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PIETRO AMEGLIO El objetivo de este trabajo es poder compartir una reflexión sobre un tema básico para todos en relación a la academia: la relación entre cono- cimiento, diálogo y humanidades. Quisiera que pensemos en voz alta juntos, a partir de unas humildes sugerencias que me parecen útiles de tomarse en cuenta, partiendo de la base de que el conocimiento y las humanidades son dos temas inescindibles entre sí, que deben ser tratados conjuntamente. Unas de las principales características de nuestra época, llamada posmodernidad por algunos, es la pérdida de muchos sentidos vitales, contenidos y valores que fueron ejes fundamentales durante los últimos dos siglos de la modernidad, esto se refleja en especial en algunos conceptos: cono- cimiento, humanidades, diálogo, paz, caridad, amor, solidaridad, poco significan hoy en relación a sus orígenes y antecedentes históricos. Aquí esbozaremos la metamorfosis de una de estas palabras: conocimiento, en relación a las humani- dades y el diálogo: ¿Cómo debe ser el diálogo para construir conocimiento en las humanidades? 1-“Sé porque tengo 10” y “me van a dar trabajo porque voy de traje” Exploremos inicialmente, en forma sucinta, algu- nas ideas centrales acerca del conocimiento, como una especie de punto de partida común, para des- pués relacionarlas con la construcción de diálogo, en un sentido humanista y académico. Pensemos entonces juntos en este problema cognosciti- vo, partiendo de la base de que el “pensamiento original y autónomo” es un lujo en la actual cultura mundial. Al respecto hay también una idea de Erich Fromm , en su libro “El miedo a la libertad”, que siempre me ha cuestionado a fondo como maes- tro y como humanista: “el derecho de expresar nuestros pensamientos, sin embargo, tiene algún significado tan solo si somos capaces de tener pensamientos propios”. Autonomía y originalidad: he aquí los objetivos de la educación humanista con construcción del conocimiento y el enfoque que debe tener el diálogo profundo y constructivo. Cada vez son menos los casos en que las perso- nas podemos afirmar que expresamos nuestros propios pensamientos y no que repetimos lo que los medios electrónicos o las fuentes de poder dicen. Esto confirmaría en parte dura la hipóte- sis de Konrad Lorenz , Premio Nobel de Etología, acerca de que nosotros somos el “eslabón perdi- do”, lo que significa que la humanidad es todavía un proyecto para nuestra especie, un deseo más que una realidad. ¿Por qué? Por el nivel social que todavía guarda la difusión y reproducción de lo inhumano o de la “ignoran- cia”, una larga construcción histórica – más cara incluso que la del conocimiento-. Aclarando que por ignorancia no entendemos falta de informa- ción sino de autonomía en el pensamiento, ya que la crisis permanente del humanista consiste precisamente en destruir lo que acaba de demos- trar –avanzar y reestructurar -, o sea, en aceptar su ignorancia sobre el problema que enfrenta. Ignorancia, en cambio, en el sentido de creer que se sabe ya (casi) todo y aferrarse a verdades ab- solutas, inmóviles, a defender ciegamente, lo que lleva a dar continuamente juicios de valor sobre las cosas -a partir de información parcial-, sin intentar explicarlas desde su proceso de constitu- ción e historicidad, para conocerlas con rigor.

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