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De esta manera, el orden social garantiza su con- tinuidad y el status quo , de ahí que la tarea huma- nista central sea colaborar a reproducir el cono- cimiento necesario para terminar con los grados de inhumanidad del orden social que construye la ignorancia, a través de la “infatilización” de la población, como afirmarían Piaget y Marín , y veremos más adelante. De entrada se nos plantea una pregunta de fondo respecto a nuestro quehacer docente: ¿conoci- miento en contexto educativo? Esto nos lleva a un primer análisis acerca de la situación nacional en un sentido amplio y a ver dentro de ella las políti- cas hacia el conocimiento. Cómo hablar de cono- cimiento en un sistema educativo que privilegia bá- sicamente un enfoque de escolarización (lo central es el título, la nota, el programa, la memorización, la presentación y la apariencia), frente a uno de construcción de conocimiento original. La mayor parte del sistema educativo se en- cuentra instalado de raíz en la lógica del primer estadio de la inteligencia del niño, según Jean Piaget, donde existe una simbiosis entre la propia identidad y los objetos que lo rodean. El sistema educativo nos dice que “un alumno sabe si saca 10 y no sabe si tiene 5”, por lo que al creer eso el alumno y su familia muchas veces tienden a aso- ciar su saber a un número (“sé porque tengo 10”) que se le asigna externamente, al juicio de valor de una autoridad, y no a una autorreflexión acerca de si realmente ha adquirido algún conocimiento significativo para su identidad. Igual sucedería con la asociación “mágico-religiosa” entre títulos colgados en la pared y saber. Se con- funde así el objeto (diploma) o abstracción (número) con el conocimiento, en una asociación mecánica que traslada el campo del saber, de la reflexión y la moral al de la simple acumulación- memorística en muchos casos- de información. Esta lógica que “infantiliza a la población”, pues mantiene epistémicamente es un estadio inicial del desarrollo de su inteligencia, responde asi- mismo a una más amplia que está a la base del sistema capitalista que nos rige: “soy o valgo por lo que tengo”, donde mi identidad se (con)funde en los objetos que poseo: soy el coche del año que tengo en la puerta, la cuenta en el banco, la ropa que me pongo, los títulos en la pared, etc. Resulta por tanto central en el orden social, como afirmábamos antes, que no se salga de esta etapa conectiva –que nadie crezca en su “toma de con- ciencia”- para que todo siga igual. 2-Informacion no es conocimiento Hace un tiempo declaraba el director de uno de los mayores centros de educación superior públi- cos en el país (IPN): “… en México se ha rebasado la etapa de masificación del conocimiento y ahora se requiere un equilibrio entre el número de estudiantes atenidos y los indicadores de calidad”. En México sería muy cuestionable hablar de que haya habido una “masificación de la información (en un sentido escolar)”, pero es indudable que del conocimiento y la posterior reflexión: la con- fusión –sobre posición-, socialmente construida con toda intención, entre las concepciones de información y conocimiento. Llegamos entonces a la necesidad de establecer una primera diferenciación entre lo que es la información, lo que es conocimiento y lo que es reflexión. Estamos ante tres realidades diferen- tes, aunque el sistema educativo escolarizado con frecuencia confunde estos conceptos y refuerza uno utilizando el nombre del otro, de ahí la pro- funda falacia de base: al tener mas información adquiero automáticamente mayor conocimiento. Ninguna de estas tres se transforman mecánica- mente o naturalmente en la otra, sino que esto se da a través de complejos procesos epistémicos, que deben contruirse racionalmente maestros y alumnos. La simple experiencia o acumulación de información no constituyen un conocimiento, si estas no se ordenan, se desagregan y transfor- man antes en un dato. El conocimiento, a su vez implica una articula- ción espacial-temporal dentro de una medición y comparación, que permita a esos datos instalarse a esa identidad personal y social de quien lo va construyendo.