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Este conocimiento solo es instable como reflexión (“refleja la luz”) cuando tiene atrás una concep- tualización de rigor. La “reversibilidad” juega aquí también un rol central, donde el individuo regresa hacia atrás y ubica allí sus nuevos registros acer- ca del orden social, con el objetivo de instrumen- tar otras acciones del futuro. A su vez, para que la reflexión genere una toma de conciencia es necesario que en quien la realiza se dé algún tipo de “ruptura epistémica”, de replan- teamiento crítico del saber y del actuar anterior. Consideramos que este es el camino real para que un individuo aumente su determinación y fuerza moral y realice así en el plano de la acción de hechos en consonancia, que ayuden a la cons- trucción de un mundo más humano y justo para todos. O sea, más cristiano. De ahí que la pro- puesta de trabajo para las humanidades pase por este proceso epistémico, más que por una predi- cación voluntarística-catequética de valores, pues creemos que el verdadero conocimiento moral y las consecuentes acciones coherentes. A su vez, el diálogo, el compromiso social y la determina- ción investigativa son instrumentos privilegiados que permiten pasar de una etapa descriptiva a una analítica, de un estadio de conocimiento a otro. Según Piaget , la toma de conciencia –una concep- tualización- va de la periferia (el qué y el por qué) al centro (cómo), de tener observables de la acción el objetivo y su terminación, a conocer el mecanismo interno de esta. Para ello es fundamental la disciplina de la historia, pues es la que permite sustituir los proceso sociales que explican los “cómo”. Implica un “descentramiento” de la propia identidad una disminución del egocentrismo, para incluir en ella a los otros, en algo que tiene mucha cercanía con los fines cristianos: pensar en lo mejor también para los demás, y no solo para mí, lo que se resume maravillosamente en el evangelio: “traten a los de- más como quieren que ellos los traten a ustedes” Por ello, en humanidades resulta central crear experiencias y espacios de rupturas epistémicas entre profesorado y alumnado, a partir de un diálogo dado por el contacto directo o investigativo con la realidad, tratando de incorporarla a nuestra propia idetidad. Es especial, el contacto con situa- ciones de marginación social radicaliza y orienta generalmente la reflexión y posterior acción; como dice cierta teología y psicología: “Los pobres son los que nos convierten y ense- ñan”. Resulta central en esta forma de trabajo a partir del principio de realidad del estudiante, acordar con el –y el grupo que generalmente tiene muy desfigurado ese principio de realidad, o sea, no conocen la magnitud de su ignorancia- que nuestra relación será de un conocimiento útil para el crecimiento de su identidad, para entonces desde allí instalar lecturas y acciones que sienta como propias, y ayuden a relexiones (no opiniones) colectivas grupales que nos desafían. Así el punto inicial es construir una especie de acuerdo colec- tivo académico de base, para realmente construir conocimiento, por ello si nos se respetan los tiempos y mecanismos del proceso dialogal y de mutuo conocimiento necesario para que se conoz- ca ese principio de realidad, lo que sigue será solo una ilusión epistémica (“se cumplió el programa”), pero sin efecto alguno en la realidad. Los estudian- tes que atraviesan con seriedad estos procesos hemos comprobado cómo adquieren una reflexión y fuerza moral que les ayuda a situarse positiva y originalmente en procesos de cambios sociales. Si no se inicia desde esta realidad se corre el riesgo de reproducir una fantasía: que el simple uso de la palabra transforma las conciencias y generan acciones. El sistema educativo efectivamente parte de una fantasía: por el hecho de venir a la escuela, estar sentados con orden, que existan maestros y alumnos, que hay intercambio económico, progra- mas, libros, cuadernos y plumas o lápices… mecá- nicamente se aprende. Tan fantasioso como creer que el alumno que tiene 10 conoce más que el que tiene 5. Para desprocesar lo anterior, también hemos opta- do por no trabajar con exámenes finales, si no con trabajos de investigación o ensayos que tengan una o dos preguntas, ejes de reflexión, que permitan los alumnos abordar un problema real que se planteen.

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